La Navidad es una época del año llena de luces y sonidos. Y por desgracia, no para todos son agradables. En el caso de los perros, ya sabemos la especial sensibilidad de su sentido del oído, y aunque no todos los perros reaccionan igual ante petardos y fuegos artificiales, es frecuente encontrar casos en los que nuestros amigos peludos tienen fobia, e incluso pánico, a este tipo de ruidos.
No hay que esperar a que lleguen estas fechas para trabajar el miedo a los ruidos con nuestros perros y conseguir que sean menos desagradables para ellos; porque es lo único que podremos hacer: que se habitúen a este tipo de estímulos, aunque no les gusten. Con tiempo y paciencia, podremos ir exponiéndoles a estos ruidos, de forma progresiva, y siempre controlada (lo que se conoce como desensibilización). Y si contamos con la ayuda de un educador canino, mejor.
En casa, hay que procurar aislar acústicamente en la medida de lo posible: cerrar ventanas, echar persianas y cortinas, y dejar libertad para que el perro pueda refugiarse en la zona de la casa que sea más confortable para él. De forma natural seguramente ya tenga preferencia por alguna habitación en particular, pero si no lo ha hecho, o queremos proporcionarle una distinta, también se puede conseguir: crear una zona segura, que relacione con actividades tranquilas, agradables, y siempre exenta de asociaciones negativas (algún encierro o castigo por ejemplo). Si tenéis dudas, un profesional de la educación canina puede ayudaros, siguiendo unas pautas.
También se puede utilizar música y sonidos relajantes (en Youtube y Spotify hay listas de reproducción especificas), para que los sonidos del exterior pasen lo más desapercibidos posibles.
Para ayudarnos de todas las herramientas que tengamos disponibles, se puede utilizar un vendaje compresivo, de forma sencilla, cubriendo ciertas partes del cuerpo del perro. La suave presión que ejerce este vendaje (se pueden utilizar vendas comunes, aunque hay algunos modelos específicos, e incluso si nos vemos obligados a improvisar, una bufanda o pañuelo de longitud adecuada).
Si con todo esto, vemos que nuestros amigos siguen pasándolo mal, sólo nos queda transmitirles seguridad, manteniendo contacto con ellos pero sin exceso de interacción (el simple hecho de mostrar un comportamiento tranquilo y calmado, hará que tiendan a relajarse).
Si por experiencia sabemos que, a pesar de todas estas precauciones, lo van a pasar mal, podremos recurrir a terapias complementarias, incluso farmacológicas, pero SIEMPRE bajo supervisión de un veterinario.
En la calle, para evitar que los perros pasen por una situación traumática, lo mejor es la anticipación, saber lugares y horas en las que habrá pirotecnia, y evitarlos. Pero no siempre es posible prever este tipo de situaciones, y nos pueden sorprender en mitad de un paseo. Un arnés seguro y una correa adecuada, para evitar fugas, y mantener la calma mientras nos alejamos y buscamos un sitio tranquilo lo antes posible, si no podemos llegar a casa.
Mario Sauca
Educador canino
Fecha de primera publicación 9 de diciembre de 2019
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