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El perro anciano

16 julio 2020by lcdetaro

Tod@s envejecemos. Es ley de vida, el tiempo pasa, también para nuestros amidogs, y la tercera edad les llega.

En nuestra opinión, hay un error muy extendido y es considerar que cuando van cumpliendo años, necesitan menos actividad. “Es que ya es mayor, no quiere jugar”. Lógicamente hay que ser conscientes de las condiciones concretas de cada uno de nuestros amidogs, reduciendo los ejercicios intensos o de larga duración, y adaptándolos a sus necesidades. Pero hay multitud de actividades que no les exigen mucho físicamente, y les mantiene activos. No todo es cuerpo, también hay que hacer trabajar la mente, es similar a cualquier otro músculo, si no lo ejercitamos, acaba por atrofiarse, en muchas ocasiones antes o más rápidamente de lo debido.

¡Manos a la obra! Es tan fácil como dedicar dos sesiones, de 10 minutos cada una, a lo largo del día. Insisto, solo necesitamos reservarles 20 minutos (lo que supone el 1´38% de los 1.440 minutos que tiene cada jornada) y hacer algún juego de olfato, o una actividad que requiera un poco de esfuerzo mental: practicar alguna orden sencilla, hacer ejercicios de target, alguna actividad de propiocepción, darle unos premios dentro de un juguete… las posibilidades son infinitas.

No hay duda de que la genética juega un papel muy importante. Pero también hay más factores que, en mayor o menor medida, podemos controlar: la alimentación, los cuidados veterinarios, el ejercicio físico y mental, el entorno…

En cuanto a la alimentación, lo que nos ahorramos en su comida, al final lo acabará pagando su salud. Debemos tener en cuenta tanto la calidad, como la cantidad. Hay alimentos de calidad (ya sea pienso o alimentación natural) que sin dañarnos el bolsillo aporta los nutrientes necesarios para un salud de hierro. Escatimar durante su vida unos euros en comida en muchos casos acaba multiplicando el gasto en visitas al veterinario. A Taro le damos pienso seco repartido en dos tomas (mañana y noche) y a mediodía, con tiempo suficiente para no mezclar la digestión de sus comidas, le damos un “aperitivo”. Suele ser manzana, zanahoria, plátano, unas fresas o un trozo de sandía si es temporada (en las frutas es recomendable quitar las semillas o pepitas), sardinas en aceite de oliva, o, de cuando en cuando, algún hueso carnoso de tamaño adecuado. Sobre la cantidad, hay que encontrar el punto de equilibrio: no es bueno quedarse corto, pero tampoco lo es el exceso. En un estudio realizado por Purina en labradores se pudo comprobar que al grupo de participantes al que se le daba un 25% menos de comida, manteniendo el resto de variables intactas, tuvo una esperanza de vida mayores (13 años de media, frente a los 11,2 años del otro grupo). Como orientación, podéis ver la cantidad de comida recomendada para su edad y peso ideal. O si tenéis duda, consultad a vuestro veterinario. En el tema de la alimentación es conveniente adaptarla a su capacidad de masticación (evitando piensos de grano muy duro, por ejemplo) y facilitándosela para que coman en una postura adecuada: hay comederos especiales a un nivel más alto respecto a suelo, lo que facilita la ingestión y disminuye la posibilidad de atragantamientos.

No olvidemos los paseos. Quedan lejos largas rutas por la montaña, o las salidas juntos en bici. Pero, en condiciones normales, sus tres salidas al día deben mantenerse, sin perder calidad. Son sus paseos, no cuenta bajar a Correos a por un paquete o ir a comprar el pan. Bastan unos 20minutos de andar tranquilo, soltándolo si es posible y las condiciones lo permiten, dejándole oler, yendo a su ritmo, seleccionando con cuidado los lugares y los amidogs que nos vamos a encontrar (yo evitaría parques caninos, y perros muy jóvenes o con un nivel de actividad muy alto). Y que disfrute esos minutos con tranquilidad.

En cuanto al entorno, debemos tener en cuenta que el cuerpo de un perro senior regula de forma menos eficiente su temperatura, por lo que en verano vigilaremos que no se exponga demasiado tiempo a sol, y en invierno le procuraremos un lugar de descanso confortable (en casa, lo ideal es que la temperatura ambiente no baje de los 16ºC). Una cama adecuada en tamaño y forma, una zona con luz natural, segura y libre de objetos que puedan resultar peligrosos, proteger el acceso a escaleras… cosas de sentido común.

Otro factor importante es la vacunación. Un calendario de vacunación adecuado, de nuevo siguiendo las indicaciones de nuestro veterinario, contribuye a conservar su salud.

La castración es un asunto a tener en cuenta. Está claro que un perro o una perra castrados va a ser imposible que enfermen de la parte de su cuerpo que ha sido extirpada, pero hay indicios de una mayor propensión a otras dolencias. Es un tema sobre el que se podría hablar largo y tendido, no es mi intención en este artículo, solo quería mencionarlo como otro elemento a tener en cuenta.

El ambiente también juega un papel reseñable, y sobre él tenemos poco margen de actuación. A no ser que nos mudemos a vivir al campo, claro. Muchos perros pasan casi toda su vida en entornos urbanos, expuestos a olores y contaminación ambiental que repercuten en su salud, de forma similar a como lo hacen sobre la nuestra, con la particularidad de que su sentido del olfato es infinitamente más sensible.

En cualquier caso, el cerebro de nuestros amidogs, como el de cualquier ser vivo, envejece, y sus funciones se ralentizan, llegando a aparecer el síndrome de disfunción cognitiva. Notaremos que disminuyen su atención, concentración, memoria y estado de alerta. Solo nos queda tener paciencia y respetar su etapa senior.

Es duro, pero llegará el momento en que nuestros amidogs nos dejen. Por mucho que intentemos mentalizarnos, no estaremos preparados. No le dejes solo, acompáñale hasta el final. Que su último recuerdo seas tú.
Quédate con los buenos momentos que habéis disfrutado juntos.

 

Mario Sauca
Educador canino

16 de julio de 2020

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