Incluir un miembro canino en la familia (sea por primera vez o no) es un momento emocionante. Si es una decisión meditada y consciente de todo lo que implica, se convertirá en algo muy positivo.
Te voy a hablar de mi experiencia. Desde siempre he querido compartir mi vida con un perro. Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, durante los veranos en el pueblo, “adoptábamos” a los de los vecinos. Habitualmente pasaban más tiempo con nosotros que en su propia casa.
Pero nada tiene que ver con responsabilizarte de la vida y cuidados que vienen inseparablemente unidos a un perro. Hasta que llegó Taro nunca incluimos uno en nuestra familia, mis padres no querían. Porque pensaban, sobre todo mi padre, que la vida en la ciudad, en un piso, no era lo más adecuado para ello. Quizá su mentalidad, y pensando siempre en el bienestar del perro, le impedía ver el modo de vida urbano como el entorno más amable para un animal. Echando la vista atrás, le entiendo, su niñez la pasó en La Marañosa, que en esos años era una pequeña población apenas a unos kilómetros de Madrid, destinada a ser residencia de militares (de hecho, la familia de mi padre era la única civil allí; regentaban el economato). Por lo que me cuenta de esa época, la zona era puro campo, y conviviendo con el perro que en esos años estuvo en su casa (Moro, se llamaba) ambos eran felices.
Siendo responsable es posible incluir un amidog en una familia urbana. Eso sí, es necesario tener claros unos cuantos conceptos imprescindibles.
Para mí no es lo más importante, pero quiero hablar en primer lugar del tema económico. Por desgracia, en el tiempo que llevo colaborando en protectoras, no es novedad el caso de familias que quieren abandonar (porque no tiene otro nombre) a un perro por no poder mantenerlo. Es un ser vivo que necesita comer alimentos de calidad (no es cuestión de darles caviar, pero tampoco recurrir a piensos de supermercado), ir al veterinario al menos una vez al año para su revisión y vacunación periódica (sin olvidar visitas extra; ojalá nunca enfermaran, pero a veces se ponen malitos). Una cama confortable y adaptada a su tamaño y edad, tener correas y arneses adecuados para los paseos y los viajes en coche, ponerles collar antiparasitario, visitar la peluquería (dependiendo del perro será más o menos frecuente), contratar un seguro de responsabilidad civil, quizá contar con asesoramiento de algún educador o etólogo canino… En fin, hay que echar muchas cuentas y ser consciente del esfuerzo económico que supone.
También antes de que te decidas a ampliar tu familia, te recomiendo que adquieras nociones básicas sobre los perros: comportamientos naturales en su especie, lenguaje canino, características específicas (serán diferentes según la etapa de la vida en la que se encuentre: cachorro, perro joven, adulto, o ya en la edad de oro), tener en cuenta algunos rasgos comunes de su raza que es probable que muestren, el tamaño aproximado que tendrá una vez haya terminado su desarrollo… El objetivo es conseguir una convivencia en armonía y feliz para todos.
Ahora ya no te voy a hablar de dinero, si no de otro bien que tampoco es infinito y hay que saber administrar: el tiempo. Tienes que ser consciente de las necesidades naturales que tiene tu amidog, y adaptar tu vida, en la medida de lo posible, para que estén plenamente satisfechas. Cada día necesita sus paseos, y sus momentos de diversión y ejercicio, darle de comer, peinarle, o simplemente dedicarle unos minutos de caricias. Un perro no entiende de lunes, de domingos, o de festivos, de lluvia, frio, o calor. Todos tenemos trabajo, y pasamos varias horas al día fuera de casa, algo que no podemos evitar. Pero sí te puedes organizar para darle un paseo de calidad antes y después (importante: paseos POR y PARA ellos, son su momento de ocio), y si va a pasar ocho o más horas solo en casa, pedir la colaboración de algún familiar o amigo, incluso contratar a un paseador profesional, para que a lo largo de esas horas tenga una salida y pueda tomar el aire, hacer sus necesidades y estirar las “patas”.
También es necesario dedicar un rato cada día a jugar, interactuar con él, hacer algún ejercicio, o simplemente, disfrutar un momento de relax sentados en una zona tranquila, así, sin más.
Si vives cerca de un parque (no cuenta el trocito de césped de la urbanización) el día a día de tu amidog será más entretenido. Siempre recomiendo, como mínimo, una escapada semanal para disfrutar juntos de la naturaleza. No es difícil: hablando de Madrid, que es la ciudad que conozco, en menos de media hora en coche tienes campo para aburrir. Y sin coche también hay alternativas: la Casa de Campo está accesible dando un paseo, si vives en la zona sur; o la sierra noroeste, en tren (en Cercanías-Renfe afortunadamente podemos viajar con nuestros amigos perrunos).
Piensa que tu ocio va a cambiar. No será mejor, ni peor, solo diferente. Los viajes debes organizarlos teniendo en cuenta que el medio de transporte sea adecuado para el perro, planeando la duración, teniendo previstas las paradas necesarias para tomaros un descanso. Ya en el destino, debes adaptar tus desplazamientos, vigilar la climatología (cuidado con las temperaturas, sobre todo las cálidas, aunque sin descuidar el frío), saber qué lugares puedes visitar con él y cuáles no. Y sin salir de tu ciudad, hay comercios que no admiten el acceso con animales (afortunadamente, el número en el que son bienvenidos no para de aumentar).
Y por último, haz acopio de paciencia. Ya que les incluimos en nuestra vida sin consultarles, es nuestra responsabilidad saber entenderles, aprender a comunicarnos con ellos y cuando en algún caso concreto sea necesario que se adapten a nosotros, acompañarles en esa transición con cariño y respeto, proporcionándoles lo que necesiten para que el viaje sea entretenido, y llegar al objetivo que hemos elegido de una manera equilibrada (insisto: si los vemos necesario, recurrir a un profesional cualificado es la mejor opción).
El tiempo hace el resto.
Termino compartiendo contigo un último pensamiento: es igual de responsable comprometerse a proporcionar el bienestar adecuado a tu amidog, como ser consciente de no poder dárselo y decidir no aumentar la familia.
Si ya has tenido en cuenta todo lo anterior, y te decides a dar el paso… ¡adelante! Toca disfrutar de la vida juntos.
Mario Sauca
Educador canino
31 de marzo de 2021
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