¿Alguna vez te has preguntado si tu amidog te engaña? O quizá en una situación concreta, has pensado que intenta “tomarte el pelo”, hablando coloquialmente.
Los perros pueden sentir emociones de las que denominamos primarias: alegría, tristeza, enfado, sorpresa, asco, miedo… Pero no emociones más complejas: envidia, culpa, desprecio… Ni tampoco son capaces de engañar.
Te cuento una anécdota. Taro es mitad labrador, y de pequeño (y ahora, ya no tan pequeño, también jajaja) era una aspiradora con patas. Cualquier cosa que según sus ojos y su olfato fuera susceptible de ser comida, a la boca que iba. Antes de tener los conocimientos que he ido y sigo adquiriendo como educador canino, llegué a regañarle si cogía algo del suelo que pensaba podía perjudicarle. Ahora, en estos casos, “negocio” con él y le ofrezco algo apetecible para intercambiárselo, siempre llevo algún refuerzo en comida durante los paseos: si suelta lo que lleva, lo entrego un “premio”. Pero fruto de la experiencia de aquella primera fase, en que incluso le quité a la fuerza lo que tenía en la boca (¡error!, eso puede provocar que proteja con más empeño lo que tiene) a veces “disimula” cuando coge algo del suelo, y llega a dar unos pasos ocultando el “tesoro” dentro de su boca cerrada. ¿Quiere engañarme? En absoluto. Es fruto del aprendizaje, sabe que estaré pendiente de él, y si empieza a masticar, es posible que deba entregar su trofeo. Es un poco pilluelo, sí, pero es aprendizaje por asociación. Y vaya qué bien funciona, conozco a Taro y distingo cuándo tiene intención de comérselo, y cuándo coge algo no demasiado interesante, simplemente para exhibirlo y que le entregue una recompensa a cambio de que lo suelte. La felicitación verbal nunca falta, y en alguna ocasión, uno o dos granos de pienso.
Intento ser consciente de que estoy exigiendo a Taro que se “comporte bien” desde el punto de vista humano. Vivimos en un entorno humano, en mi opinión hay algunas cosas necesarias que debe aprender. Pero no quiero olvidar que es un perro, y que ciertos comportamientos son totalmente normales. Siempre y cuando no conlleven peligro para él, quiero darle la mayor libertad posible. Más que prohibir y corregir, empleo como herramienta el “no informativo”, de una forma casi musical suelto un “¡ah-ah!”, señal que ya hemos trabajado juntos y él sabe que quiere decir que eso que está haciendo, o está a punto de hacer, no me gusta. Es como si le dijera “tío, eso no mola”. Y que si desiste, obtiene recompensa. Sí, sé que es una forma de control. Que en parte estoy condicionando su comportamiento. Que si yo no estuviera, es probable que aquello que ha encontrado acabara en su estómago. Pero creo que es necesario en ciertas situaciones, y entendiéndolo ambos como una negociación, lleguemos a un acuerdo. Suele funcionar muy bien.
Ahora quiero hablarte de la honestidad humana, porque nosotros sí que somos capaces de no ser sinceros. En la relación con tu amidog tiene que haber confianza mutua, es importante que no le engañes. Seguro que más de una vez has visto esta escena: un perro que no atiende a la llamada de su familia, y acaban pronunciando un “¡Toma!”, el perro acude de inmediato, pero no recibe nada a cambio si no que acaba atado. Si esto se repite con cierta frecuencia, el vínculo se daña, y deja de confiar en la persona. Sé sincero en toda la relación con tu perro, ser honesto con él es la base de una convivencia agradable y equilibrada.
Perdona, me he desviado un poco. Solo quiero añadir que llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de escribir sobre este tema, y tomó forma mientras hablaba con Patricia Guerrero, mi amiga y mentora PAT educadora canina. Los perros son animales nobles, no tienen malas intenciones, no sienten rencor, ni quieren engañarnos. Simplemente, a través de asociaciones, aprenden que ciertas conductas les reportan beneficios. Y por eso mismo se refuerzan y tienden a repetirlas. Si en algún momento ves un comportamiento que te extrañe, hay que ir más allá del “lo hace para fastidiarme” o “sabe que lo está haciendo mal”. Rasca un poco e intenta buscar la explicación o la verdadera motivación para lo que está sucediendo.
Para terminar, quiero señalar que cada perro es único, y siempre debes adaptarte a tu compañero peludo, haciendo actividades que sean 100% seguras para ambos. O si la situación implica algún riesgo para otros con quien conviva, sé prudente. Si tienes alguna duda, consulta a un etólogo o educador canino de confianza.
Mario Sauca
Educador canino.
30 de junio de 2021
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